Arq. Cecilia González Campo. Revista Vivienda N° 629, 12/14 (Reformas en viviendas). Versión en texto y en PDF con imágenes.
La accesibilidad comienza a notarse en las nuevas edificaciones y, de manera contundente, arquitectos y agentes inmobiliarios afirman “cumplir con la normativa” en sus emprendimientos. Pero poco se sabe acerca de cómo le resulta en su uso a la persona con discapacidad.
El área de accesibilidad de Fundación Rumbos recibe las demandas de adecuación que personas con dificultades de movilidad requieren en sus viviendas, mayormente originadas en el uso del baño. Lo interesante es observar las cuestiones técnicas que éstas traen aparejadas (tanto en la generación del problema como en la búsqueda de la solución) y que se trata de viviendas nuevas, con menos de 10 años de antigüedad, construidas en vigencia del nuevo Código de Edificación en la Ciudad de Buenos Aires. A estas necesidades puntuales que se le presentan a una persona con discapacidad se le debieran corresponder soluciones igualmente específicas. Sin embargo, en la práctica no resulta así. Por lo general, implican reformas integrales o adecuaciones al límite de lo posible. Es habitual que se invierta mucho dinero y esfuerzo y, de todas formas, no se alcancen condiciones de accesibilidad realmente efectivas.
A nuestro entender, las adecuaciones de accesibilidad son la punta de un ovillo, y al tirar de él dejan en evidencian los nuevos desafíos que la accesibilidad tiene por delante: trascender el “deber ser” normativo, para ser fiel a las expectativas de la sociedad inclusiva que le otorga el sentido de existencia. La accesibilidad debiera estar presente en todas las viviendas con criterio preventivo. Superando el antagonismo entre la casa convencional y la casa para discapacitados. El diseño universal, nos propone responder a las necesidades de un usuario diverso. Una de las herramientas claves en el caso de la vivienda, es la “adaptabilidad”. Dotando con esta característica a los espacios, cualquier casa, mediante pequeños cambios, podría ajustarse a los requerimientos de uso de una persona con dificultades de movilidad.
En esta nota compartimos con el lector, un análisis integral del problema: por un lado, las implicancias para el usuario con discapacidad antes y después del trabajo de adecuación. Por el otro, las limitaciones técnicas y proyectuales para abordar los casos.
REEMPLAZAR LA BAÑERA POR UNA DUCHA A NIVEL
Usar la bañera requiere destreza, tanto para las personas que caminan con dificultad como para aquellas que utilizan silla de ruedas o scooter eléctrico. A veces, en su remplazo, basta con armar un recinto de ducha, diferenciando los sectores mediante la construcción de un tabique bajo a modo de límite. En otros casos, el tabique también constituye un obstáculo y es necesario armar una “ducha a nivel”.
Esta cuestión que parece tan simple, no lo es tanto. El desafío no es remover la bañera sino unificar los pisos, controlar el curso del agua, que se evacúe rápidamente y que el baño no se inunde. Un trabajo mal resuelto conlleva dificultades tanto para los usuarios como para las edificaciones. Vale recordar lo señalado al principio, hacer una contención (por más que sean solo unos centímetros) no se corresponde con lo que la persona requiere para manejarse con seguridad. Evitar situaciones que ocasionen riesgo de accidente debería ser la prioridad, y la variable de ajuste el espacio físico y no la persona.
El límite para una correcta ejecución lo imponen las pendientes en cañerías. Para una modificación mínima, nunca es la voluntad de quien paga levantar todo el piso y hacerlo de nuevo. Algo tan puntual se torna en una cuestión de complejidad constructiva. En las edificaciones en altura se suman los niveles de losa y contrapiso como condicionantes.
Quienes trabajen haciendo adecuaciones de accesibilidad se verán también condicionados por los recursos que ofrece el mercado. En otros países existe una amplia variedad de productos, por ejemplo, piezas para componer el desagüe, con cualidades técnicas y hasta estéticas. Que aquí no existan no es casual ya que, más allá de razones propias de los procesos de fabricación, las soluciones “especiales” no son de gran demanda.
El diseño inclusivo, tanto para la fabricación de piezas estándar como para componer los espacios convencionales, es el que permitirá un horizonte distinto en el quehacer arquitectónico.
Que el agua no se distribuya por todo el piso del baño no depende de lo que puntualmente se toca al remover la bañera, pero es un desafío que siempre se asume al hacerlo. El resultado (bueno o malo) suele estar condicionado por las decisiones tomadas al momento de proyectar y construir el edificio.
ENTRAR AL BAÑO Y PODER USARLO
El uso de la silla de ruedas y el scooter trae consigo encontrarse con la dificultad de entrar, lo cual no solo implica es pasar por la puerta, sino también poder acercarse y usar los artefactos.
El código prescribe para los baños en viviendas permanentes la obligatoriedad de cumplir con dimensiones de área y lado mínimo, según la categoría de toda la vivienda, la cantidad de dormitorios y tipo de baño cuando hay más de uno. Por sí solo esto no garantiza las necesidades de uso de las personas con discapacidad. La distribución de los artefactos juega un papel clave para dotar desde el inicio de condiciones mínimas de accesibilidad a todos los baños.
¿En qué consistiría una adecuación de accesibilidad? Por ejemplo, retirar el artefacto bidet y tener espacio de aproximación lateral al inodoro; cambiar un inodoro bajo por uno más alto; sacar el pie de un lavatorio o el mueble bajo mesada para permitir espacio de aproximación frontal ¿Qué ocurre cuando por la ubicación de artefactos no se pueden lograr estos cambios? Los costos y el impacto de tener que reformar un baño nuevo es algo que siempre se trata de evitar. La mayoría de las veces se terminan haciendo adaptaciones muy personalizadas, los baños quedan parcialmente resueltos y las condiciones de uso se mejoran pero no logran ser óptimas.
Esta dificultad se resuelve sí al proyectar el baño se tuviera en cuenta dos o tres escenarios posibles. Como es común escuchar decir entre los arquitectos, el pensamiento es lo más económico y valioso de la obra.
CERRAR LA PUERTA
Por requerimiento del código de un ancho de paso de 80 centímetros, en muchos emprendimientos han colocado puertas de abrir dobles, con una hoja más grande y otra más pequeña. La puerta doble, funciona cuando en lo cotidiano solo se abre una de las hojas y la otra solo de manera eventual. Para quienes usan silla de ruedas está solución presenta mucha incomodidad y dependencia porque en lo cotidiano se requiere el ancho total.
Las puertas anchas permiten buenas condiciones de paso. Sin embargo, la ubicación es la clave. Cuando las hojas rebaten hacia adentro del baño, suelen presentar dificultades para cerrarlas. Y dependiendo la distribución de artefactos, podría ser un elemento más que obstaculice el ingreso.
En ambos casos (con puertas de abrir dobles y puertas rebatiendo hacia adentro) la adecuación de cambio de puerta está entre las más requeridas. Las opciones que se analizan al respecto son: en primer lugar, que la puerta abra hacia afuera y en segundo lugar, el remplazo por una puerta corrediza exterior. Esta sencilla adecuación es de las más difíciles de lograr. Habitualmente en los pasillos de distribución no se cuenta con el espacio para la maniobra de apertura y con la superficie de pared para hacer correr la hoja.
La manera en que el diseño inclusivo encuentra respuestas a esta problemática es desde las primeras líneas de proyecto. Una vez construido, esta modificación implica una reforma integral.